Mariña Regueiro: Pionera en la enseñanza del encaje de bolillos

(Artículo publicado por La Verdad.)

Según datos de 1998 y 1999 de la Fundación Española de Artesanía, 44.675 personas trabajan en el sector, ofreciendo una producción anual valorada en 150.650 millones de pesetas. Las preferencias se perfilan: los profesionales de la madera, el hierro y la cerámica se cuentan entre los más numerosos, con un total de 8.276 talleres, más de la mitad de los que existen actualmente en España. Los trabajadores del textil, con menos adeptos, mantienen 937 empresas en funcionemiento, mientras gremios como el de la cestería –en peligro de extinción– y el de la elaboración de instrumentos musicales –muy especializado y concentrado en 247 obrajes– ocupan los últimos puestos en las estadísticas.

Francisco Valgañón, Mariña Regueiro y Manuel Cáceres son algunos de los nombres de quienes se empeñan en mantener vivos los viejos oficios que la industria relegó en su día a las máquinas de montaje. Han convertido su vocación en una forma de ganarse la vida y las manualidades, que antaño se hacían por falta de medios y a bajo coste, en objetos de lujo valorados económica y culturalmente. Pequeñas piezas de coleccionista.

«En Camariñas pensaron que estaba completamente loca»

Cuando Mariña Regueiro se sienta junto a sus alumnas y alumnos entre las cestas de hilos y el clin clin de los bolillos –palillos, en Galicia–, los relojes se detienen en Casa Cruceiro, el acogedor hostal de Las Nieves (Pontevedra) donde imparte sus cursos de verano. Esta mujer menuda convierte sus enseñanzas «en la vía para recuperar un arte» anclado en los ancestros de la mujer moderna. Gallega de nacimiento y licenciada en Filología Inglesa, asistía a las clases de la Escuela de Cerámica de Madrid cuando, una tarde, entró por error en el aula del Seminario de Estudios del Encaje. Tras aquella puerta, el ritmo trepidante de la capital española se detuvo y Mariña volvió a ver a su abuela. En sus recuerdos de la Costa de la Muerte, ella era otra vez niña y una sombra familiar le descubría el arte de hacer bolillo.

Con el diploma de encajera bajo el brazo y la ilusión de toparse de frente con su vocación, recogió sus bártulos, abandonó el trabajo que la sustentaba en Madrid y regresó a su tierra celta de palilleiras con el único propósito de construir su propia escuela. «En Camariñas –donde hoy se censan más de 3.500 encajeras – pensaron que estaba completamente loca». Pero su intuición no la había traicionado. Desde 1984, cientos de personas procedentes de todos los puntos de España y de otros países europeos asisten en los meses de verano a las clases de Mariña.

Primera mujer española en formar parte de la Asociación Internacional de Encajeras de Bolillo y Aguja, adquirió bibliografía sobre esta técnica y viajó. Importó conocimientos –de la República Checa se trajo el encaje moderno, los motivos que, desde 1925, sacan de casa a las encajeras checas: broches, colgantes y otros complementos, que quitan protagonismo a las prendas de ajuar, a las que tradicionalmente se ha dedicado esta labor– y curiosidades, como los bolillos con cuentas de cristal que se emplean en Inglaterra para conseguir que pesen y no rueden. Comprobó que la almohada sobre las que trabajan las gallegas –cilíndrica y sujeta a cuatro palos de madera– no se emplea en ningún otro país y se adentró en «un mundo fascinante», cuyas primeras referencias «aparecen en los testamentos y en distintas expresiones artísticas en 1500».

Antiguas palilladas

Su carta de presentación comienza con una frase que está siempre en sus labios: «En los ajetreados tiempos que nos ha tocado vivir, hacer bolillos es sinónimo de perder el tiempo». Pero, lejos de esta afirmación, en sus horas lectivas se aprovecha cada minuto. En ellas imparte dibujo técnico, encaje Torchón, Guipur –«el que se hace en Camariñas y uno de los más primitivo»–, Numérico, Tonder, Bucks pont, Blonda, Duquesa Withof y encaje moderno. «La técnica es sencilla. Basta conocer los puntos básicos para elaborar esbozos complejos». A partir de aquí, lo que los caracteriza es el dibujo, el tipo de hilo, los materiales y el número de bolillos –desde una docena, a cientos–. «Pero los movimientos no varían», apunta.

La complejidad del diseño, los conocimiento de geometría y la creatividad hacen de éste un arte cada vez más interesante para profesionales del mundo de la arquitectura y de las matemáticas, que se cuentan entre los alumnos de Regueiro. No obstante, el grueso de sus discípulos lo siguen formando mujeres aficionadas al encaje o profesoras que se dedican a impartirlo. Todas ellas, sentadas en las sillas de mimbre del mirador de Casa Cruceiro, evocan el ambiente de las antiguas palilladas, donde antaño se reunían las encajeras camariñenses para aprovechar la luz de las lámparas de carburo y compartir las largas tardes del invierno gallego.